A un jazzista




Paseemos por la acera que vira a las montañas,
paseemos juntos, como amantes que se entregan,
como novios que se aman.

Dejemos que las voces choquen,
dejemos que una a una se pinchen con las espinas del erizo,
y se hagan agua de manantial de tus manos.

Es preciso dejar los retratos que bajo polvo
aún se conservan esperanzados a tocar nuestra piel.
Es preciso caminar desnudos,
                                   sin equipaje
más que el de tu nombre tatuado en el aire.

Paseemos por la acera que vira,
robemos  vírgulas por aquel naranjo de frondosos caminos.


                                                                         Sága

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